La polémica entre el software libre y propietario se reactiva. LibreOffice, la suite de código abierto, ha lanzado duras críticas contra Microsoft, acusándolo de utilizar su formato Office Open XML (OOXML) como una herramienta de encierro tecnológico. Según The Document Foundation, OOXML es innecesariamente complejo, lo que imposibilita una interoperabilidad genuina y perpetúa la dependencia de los usuarios hacia el ecosistema de Microsoft.
Estas críticas se suman a preocupaciones previas sobre la telemetría en Windows 11, la presión para renovar hardware y las restricciones de suscripción en Microsoft 365. Para LibreOffice, es hora de que empresas, gobiernos y usuarios opten por formatos verdaderamente abiertos.
Aunque OOXML fue estandarizado por la ISO en 2008, LibreOffice sostiene que su implementación real está lejos de la simplicidad esperada en un formato abierto. Reproducirlo correctamente es casi imposible sin acceso al código original de Microsoft, debido a su complejidad y ambigüedad. “Es como permitir que todos usen las vías del tren, pero diseñar un sistema tan complejo que solo el fabricante original puede operarlo sin riesgos”, argumenta la fundación.
En la discusión sobre formatos, la comparación entre abiertos y propietarios resulta crucial. El formato ODF de LibreOffice, por ejemplo, es altamente interoperable, mientras que OOXML presenta limitaciones. Además, formatos propietarios como los de Apple iWork no están diseñados para ser interoperables, lo que aumenta las dificultades.
Ante el fin del soporte de Windows 10 y la migración a Windows 11, LibreOffice propone un modelo alternativo basado en Linux y LibreOffice, especialmente para administraciones y empresas que buscan ahorrar, controlar sus datos y evitar el lock-in. “El problema no es solo Microsoft; también es responsabilidad de los usuarios haber normalizado esta dependencia durante años”, señalan desde The Document Foundation.
¿Qué pueden hacer las organizaciones? Los expertos sugieren auditar los formatos usados, capacitar en herramientas libres, establecer políticas de uso de ODF, exigir interoperabilidad real y evaluar migraciones a escritorios Linux.
La acusación de LibreOffice reabre un debate crucial: ¿quién controla los formatos con los que trabajamos a diario? Así, mientras Microsoft refuerza su ecosistema propietario, el software libre aboga por formatos abiertos y libertad de elección. La interoperabilidad es también una cuestión de soberanía digital.