El presidente de Bielorrusia, Alexandr Lukashenko, ha sido reelegido para un séptimo mandato, según sondeos a pie de urna que le otorgan un abrumador 87,60% de los votos. Sin embargo, la oposición y diversas cancillerías occidentales han denunciado irregularidades en el proceso electoral, destacando la represión y el exilio de los opositores, así como la negativa de Minsk a abrir colegios electorales en el extranjero. El llamado «voto de protesta» se alzó como el segundo más votado, reflejando el descontento popular. A pesar de su deseo de normalizar relaciones con Occidente, Lukashenko se mantiene firme en su postura autoritaria, rechazando el diálogo con la oposición y reafirmando la alianza militar con Rusia. El líder bielorruso, quien lleva en el poder desde 1994, insinúa la necesidad de buscar un sucesor, aunque descarta que una mujer pueda asumir el liderazgo y desestima los rumores sobre su hijo como heredero político.
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