Los microplásticos, minúsculos fragmentos de plástico de menos de 5 mm, han sido detectados en diversos ecosistemas y organismos, generando preocupación por sus efectos en la salud humana. Persiste la incertidumbre sobre cómo estos contaminantes pueden llegar al sistema nervioso central (SNC) y atravesar barreras biológicas como la hematoencefálica. Un estudio de 2024 halló una mayor concentración de microplásticos en cerebros humanos comparado con 2016. La investigación examinó tejidos de cerebro, riñones e hígado de 92 personas, revelando que los fragmentos más pequeños tienden a acumularse en el cerebro. El aumento en la producción y uso de plásticos ha exacerbado la contaminación ambiental. Los microplásticos pueden ingresar al cuerpo por ingestión, inhalación y, en menor medida, absorción cutánea, y llegar al cerebro mediante la mucosa olfativa y la barrera hematoencefálica. Los efectos neurotóxicos incluyen inflamación, estrés oxidativo, neurodegeneración y compromiso de la barrera hematoencefálica. La presencia de microplásticos en el SNC plantea riesgos significativos, subrayando la necesidad de políticas para reducir su uso y gestionar mejor los residuos.
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