En un contexto global donde se redefinen las alianzas y los equilibrios de poder, Europa enfrenta una encrucijada crucial: asumir un papel proactivo en la arena internacional o limitarse a ser un observador pasivo. La falta de acción y liderazgo podría relegar al continente a un rol secundario, donde las decisiones de otros actores principales definirán su destino económico y político. La situación demanda que Europa fortalezca su presencia estratégica y tome decisiones audaces para seguir siendo relevante, evitando así convertirse en un mero contribuyente financiero sin influencia real.
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