La que hasta hace poco se consideraba la alianza más emblemática del sector tecnológico global enfrenta una posible ruptura. Microsoft y OpenAI, socios estratégicos en el desarrollo de inteligencia artificial generativa, están al borde de una separación que podría redefinir el rumbo de la tecnología en los próximos años. Lo que hasta ahora había sido una colaboración armoniosa se ha tornado en tensiones públicas, marcadas por acusaciones de prácticas anticompetitivas.
OpenAI, deseosa de ser completamente independiente, busca reestructurarse como una entidad 100% lucrativa, atrayendo nuevos inversores y ampliando sus horizontes sin el “control” de Microsoft. A su vez, Microsoft quiere mantener su exclusividad sobre los innovadores desarrollos de OpenAI que ya integran en productos esenciales como Copilot y Bing.
La chispa más reciente del conflicto ha sido la controvertida adquisición de la startup Windsurf por OpenAI, valorada en 3.000 millones de dólares. OpenAI pretende mantener la propiedad intelectual de Windsurf fuera del alcance de Microsoft debido a la competencia directa con GitHub Copilot. Microsoft, que ha invertido más de 13.000 millones de dólares en su socio, no está dispuesta a ceder tan fácilmente en este punto.
Remontándonos en la historia de esta colaboración, OpenAI nació en 2015 como una organización sin ánimo de lucro enfocada en democratizar la IA, lejos de los monopolios tecnológicos. Sin embargo, en 2019, una inversión de 1.000 millones de dólares por parte de Microsoft marcó el inicio de una fructífera sociedad. Con el tiempo, los modelos desarrollados por OpenAI, como GPT-3 y ChatGPT, se integraron en productos clave de Microsoft, catapultando tanto a Azure como a la estrategia “AI-first” de la firma.
Sin embargo, en 2023 comenzaron las tensiones debido a los planes de OpenAI de ampliar su acceso más allá de Microsoft. En 2024, comenzaron a desarrollarse infraestructuras propias de IA en OpenAI bajo el proyecto ‘Stargate’, mientras que Microsoft trabajaba en sus propios modelos.
La independencia de OpenAI podría abrir el mercado a nuevos actores como Google o Amazon, intensificando la competencia. En el lado contrario, una fractura con Microsoft podría acelerar la necesidad de esta última de desarrollar modelos propios. Además, la posibilidad de un desacuerdo a gran escala podría hacer que organismos regulatorios en EE.UU. y Europa inicien investigaciones sobre prácticas monopolísticas en el ámbito de la IA, un terreno de suma importancia geopolítica.
El futuro de esta relación se definirá en las próximas semanas, aunque la tendencia parece apuntar hacia una “guerra fría” tecnológica, con cada empresa buscando maximizar su control e influencia en el sector de la inteligencia artificial. La transparencia y la competencia serán elementos clave en este panorama, y la comunidad global, tanto empresarial como civil, estará atenta al desenlace de esta batalla tecnológica que promete cambiar el futuro de la IA.
