Pekín ha iniciado investigaciones antimonopolio y de seguridad nacional contra fabricantes estadounidenses de chips, con Nvidia en el punto de mira, mientras impulsa su propio ecosistema de RISC-V, la arquitectura abierta de CPU nacida en Berkeley. En Washington, surge una tesis firme: si China examina minuciosamente los riesgos de la tecnología extranjera, Estados Unidos no puede tratar a RISC-V como un simple experimento inofensivo. Esta arquitectura está comenzando a desempeñar un papel clave en la inteligencia artificial, automoción y centros de datos, incluso en programas con vínculos militares.
Las autoridades chinas han estado examinando a Nvidia y su chip H20 por posibles abusos de posición y riesgos de seguridad nacional. El mensaje político es claro: cuando una tecnología extranjera amenaza prioridades estratégicas, se somete a presión. En respuesta, Washington se pregunta si debería aplicar el mismo principio a RISC-V, ya que esta arquitectura se convierte en una vía de escape a controles de exportación y pieza clave del plan industrial chino.
RISC-V, creada en 2010 en la Universidad de California, Berkeley, no es un chip, sino un ISA abierto que cualquiera puede implementar sin licencias, a diferencia de Arm o x86. Esta apertura ha sido beneficiosa para la academia y startups, permitiendo a China reducir su dependencia de la propiedad intelectual occidental sin violar sanciones, mediante el diseño de chips «propios» a partir de una base no controlada por ninguna empresa estadounidense.
El discurso de alerta en Washington se enfoca en tres puntos clave: evasión de controles, militarización del ecosistema y superposición software/hardware. Las listas de control de exportaciones se complican con RISC-V debido a su diseño base público. Además, los expertos destacan las inversiones estatales chinas y las patentes registradas, algunas vinculadas a universidades militares, lo que indica un camino hacia la soberanía tecnológica y aplicaciones de doble uso.
El desafío de política pública es delicado: elevar la confianza sin frenar la dinámica del hardware abierto. Algunas propuestas incluyen controles de exportación centrados en la implementación, certificación de confianza para RISC-V en sectores críticos, trazabilidad de la cadena de suministro, gobernanza en proyectos abiertos y cooperación internacional con aliados.
Las grandes tecnológicas, como Nvidia al adaptar CUDA a RISC-V, requieren un mensaje de políticas predecible que permita libertad de innovar con reglas claras para compliance en SDKs e IP. Además, se sugiere la creación de programas de recompensa por fallos específicos para RISC-V.
Washington debe responder preguntas clave: ¿Qué consideramos crítico en RISC-V? ¿Cómo medimos la influencia geopolítica en un estándar abierto? ¿Qué incentivos damos para fabricar con confianza y cómo evitamos la fragmentación del ecosistema abierto?
RISC-V ya no es solo un ejercicio académico; es una plataforma estratégica en áreas como soberanía tecnológica, IA e IoT industrial. China lo está industrializando y EE. UU. no puede ignorar los riesgos ni demonizar la apertura que lo ha hecho líder durante décadas. La solución es certificar, trazar, auditar e invertir, coordinando con aliados.
El equilibrio es posible: establecer reglas claras para chips críticos mientras se permite que la investigación abierta avance con confianza.