Estados Unidos, bajo la administración de Donald Trump, ha intensificado su presión sobre Venezuela, liderada por Nicolás Maduro, con un ostentoso despliegue militar en el Caribe, justificando la operación en la lucha contra el narcotráfico. La operación «Lanza del Sur» ha movilizado 11 activos militares marítimos, incluido el portaaviones USS Gerald Ford, y más de 26 aeronaves, situando a Caracas en un contexto de alta tensión. Frente a este escenario, Maduro ha instado a la paz, aunque también ha movilizado a sus milicias, principalmente conformadas por civiles. En este juego geopolítico, China y Rusia emergen como aliados estratégicos de Venezuela, complementando su respaldo con una cooperación principalmente económica y, en el caso de Rusia, técnico-militar. Sin embargo, el presupuesto militar venezolano es limitado, destinando apenas un 3% para la defensa, lo que obliga a Maduro a reforzar sus fuerzas con civiles, llamando a la movilización nacional frente a la amenaza estadounidense. Pese a un pasado de bonanza petrolera que fortaleció sus fuerzas armadas, hoy el panorama militar venezolano es discreto, enfrentando una desventaja significativa en comparación con el poderío estadounidense.
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