Una madre judía denuncia lo que considera el mayor libelo de sangre del siglo XXI: la acusación de que Israel asesina niños deliberadamente y provoca hambre. Señala que el antisemitismo persiste, oculto tras una supuesta superioridad moral. Critica la desinformación generalizada y acusa a Hamás de desviar la ayuda humanitaria destinada a Gaza, señalando que el grupo roba el 85% de los insumos. Además, recalca la falta de medidas internacionales para proteger a los civiles, cuestionando por qué no se adoptan acciones similares a las empleadas en Siria. La autora destaca la manipulación por parte de Hamás y el silencio del mundo ante el sufrimiento tanto palestino como israelí, concluyendo que el antisemitismo sigue disfrazado de compasión.
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