En el hospital Laennec, un edificio histórico del siglo XVII, Pierpaolo Piccioli realizó su debut para Balenciaga, presentando una colección que apuesta por la continuidad y la innovación. El desfile, que tuvo lugar en el mismo espacio donde hace tres meses se exhibió una retrospectiva de Demna, fue acompañado por un latido de corazón grabado que simboliza la individualidad y comunidad, temas recurrentes en la obra de Piccioli. La colección mezcló referencias clásicas de Cristóbal Balenciaga, como el vestido saco y las faldas de cuero abullonado, con elementos modernos y urbanistas como camisetas y sandalias japonesas. Piccioli expresó que la grandeza de Balenciaga reside en la interacción entre tejido, forma y color, buscando así mantener vivo el legado del diseñador vasco, aunque con la dificultad inherente de respetar su historia única.
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