A medida que el Reino Unido avanza hacia la modernización digital, la propuesta de implementar un sistema de identificación digital genera un acalorado debate en torno a la privacidad y los derechos humanos. A finales de septiembre, el Primer Ministro británico, Keir Starmer, anunció la intención de su gobierno de establecer un esquema de identificación digital que comenzaría a operar antes de agosto de 2029. Este sistema, diseñado para simplificar la verificación de identidad, almacenará datos cruciales como el nombre, fecha de nacimiento, nacionalidad y otras informaciones personales relevantes en dispositivos digitales.
Sin embargo, el anuncio no ha estado exento de controversias. Diversos sectores de la sociedad han expresado preocupaciones sobre el impacto que podría tener en los principios democráticos de privacidad y los derechos fundamentales. A nivel global, la exploración de sistemas de identificación digital ha sido una tendencia creciente, como lo refleja el interés de agencias federales en Estados Unidos por aplicar tecnologías similares para combatir el fraude. A pesar de los beneficios potenciales, los críticos expresan que estas identificaciones digitales no se adaptan a las necesidades de todos los individuos, y subrayan la necesidad de que las políticas públicas aseguren un acceso igualitario a recursos, independientemente de la disponibilidad de dispositivos digitales.
Organizaciones de la sociedad civil han advertido sobre los riesgos inherentes a la implementación de este sistema, pero el gobierno británico continúa con sus planes. Tras la declaración inicial de Starmer, que insinuaba la imposibilidad de trabajar en el Reino Unido sin un ID digital, el mandatario tuvo que matizar sus palabras, precisando que la obligatoriedad solo se presentará después de que el sistema comience a funcionar en 2028. No obstante, existen temores de que la recopilación de datos pueda usarse para imponer un control estatal más estricto, generando desconfianza en el público.
En respuesta a estas inquietudes, el gobierno planea una consulta pública para considerar opciones para aquellos que no tengan acceso a un pasaporte, internet o teléfonos inteligentes. Sin embargo, muchos dudan de la sostenibilidad de estas alternativas, advirtiendo que podrían dejar atrás a las personas más vulnerables en la sociedad.
Además de las preocupaciones sobre inclusión, el ID digital genera serias dudas respecto a la privacidad. Los críticos señalan que este sistema podría incrementar la vigilancia y el rastreo de datos personales, poniendo en riesgo la privacidad individual. Aunque el gobierno asegura que los datos estarán protegidos en entornos seguros en el Reino Unido, el historial de fallos en sistemas de identificación digital deja a muchos escépticos sobre la capacidad gubernamental para manejar dicha información.
La oposición a la propuesta de identificación digital ha cobrado fuerza, con casi tres millones de personas firmando una petición para evitar su implementación obligatoria. El próximo 8 de diciembre, el Parlamento discutirá esta iniciativa, prometiendo un debate intenso sobre cómo equilibrar la seguridad con los derechos fundamentales en esta era digital. La viabilidad y la necesidad del sistema permanecen en cuestión, en un contexto donde cada vez se alzan más voces demandando que el gobierno preste atención a las preocupaciones ciudadanas y reconsidere sus planes.








