Robe Iniesta, la voz que hizo del rock una forma de pensar, se apaga demasiado pronto

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España se ha quedado sin una de sus voces más singulares. Roberto Iniesta, Robe, alma de Extremoduro y figura de culto del rock en castellano, ha fallecido este 10 de diciembre de 2025, según ha comunicado oficialmente su entorno a través de la web de la banda. La noticia ha corrido como la pólvora entre seguidores, músicos y generaciones enteras que han crecido con sus letras tatuadas en la memoria.

En el comunicado, quienes han trabajado a su lado hablan de la nota de prensa “más triste” de sus vidas. No solo se va el líder de un grupo irrepetible, sino alguien al que describen como “maestro de maestros”, un referente humano y profesional que dejó huella en cualquiera que se cruzó en su camino.

De Plasencia al imaginario colectivo de varias generaciones

Robe nació en Plasencia y, desde los márgenes, terminó instalado en el centro del imaginario de millones de personas. Extremoduro apareció a finales de los 80 casi como un acto de rebeldía: maquetas vendidas mano a mano, salas pequeñas, letras incómodas y un lenguaje crudo que hablaba de aquello que rara vez entraba en los medios.

Lo que al principio parecía un proyecto destinado a los bares de carretera acabó desbordando todas las etiquetas. Discos como Agila, Yo, minoría absoluta, Material defectuoso o La ley innata no solo vendieron miles de copias, sino que cambiaron la forma de entender el rock en castellano. Robe mezclaba ternura y violencia verbal, romanticismo y derrota, filosofía de barra y poesía de alto voltaje.

Sus canciones conectaron con chavales de barrio, estudiantes sin rumbo, trabajadores precarios y gente que no se veía reflejada en el discurso oficial. Mientras muchos grupos trataban de sonar pulidos, Extremoduro parecía hablar desde la herida abierta.

Un filósofo a pie de calle

Los firmantes del comunicado se refieren a él como “el último gran filósofo, el último gran humanista y literato contemporáneo de lengua hispana”. Más allá de la hipérbole emocional del momento, hay algo indiscutible: Robe convirtió sus letras en un espejo incómodo de lo que somos.

Su forma de escribir nunca encajó del todo en los moldes académicos, pero no por falta de profundidad. Había en sus versos referencias existenciales, preguntas incómodas sobre el sentido de la vida, la libertad, el amor, la muerte, la culpa y el tiempo. De ahí que, con los años, muchos docentes empezaran a utilizar sus textos en el aula para trabajar la poesía y el lenguaje con alumnado de secundaria e incluso de primaria.

Lo que antes se miraba con condescendencia como “rock barriobajero” hoy se estudia como obra literaria popular, capaz de llevar a los libros de texto expresiones, giros y sensibilidades que durante décadas estuvieron fuera del canon.

Un carácter exigente, una ética férrea

El adiós difundido por sus familiares y compañeros revela también el perfil más íntimo de Robe: el de un jefe tan exigente que a veces rozaba la dureza, pero al mismo tiempo generoso con quienes se mantenían leales; el de un hombre que no se arrugaba ante nadie, por poderoso que fuese, aunque eso supusiera perder dinero, contratos o volver a empezar desde cero.

Esa postura le ganó no pocas fricciones con la industria musical, pero también cimentó una reputación de integridad poco frecuente. Robe no aceptaba lo que consideraba una concesión estética o ética. Si algo no le convencía, no salía. Si una gira no tenía sentido, no se hacía. Si un acuerdo comprometía su independencia, se rechazaba.

Muchos músicos que han pasado por sus proyectos coinciden en lo mismo: trabajar con él era duro, pero cuando uno salía de allí, sentía que entendía mejor su oficio y, en cierto modo, también su propia vida.

Reconocimientos en vida y una ciudad volcada

En los últimos años, su figura había empezado a recibir un reconocimiento institucional que durante mucho tiempo le fue esquivo. Fue distinguido con la Medalla de Oro a las Bellas Artes, nombrado Hijo Predilecto de Plasencia, y la ciudad puso su nombre a una avenida y a unos locales de ensayo, en la antigua iglesia de San Juan.

No era solo una reparación simbólica: era la constatación de que aquel chaval que empezó casi contra todo, había terminado representando a toda una tierra y a toda una época. Plasencia no solo pierde a un vecino ilustre; pierde a su referente cultural más influyente.

En el comunicado se recuerda también cómo su obra se ha ido filtrando en las escuelas infantiles, donde los niños cantan sus canciones sin el peso del estigma que durante años acompañó a Extremoduro. Para las nuevas generaciones, Robe ya no es el rockero maldito; es el autor de historias que emocionan, divierten y hacen pensar.

Más allá de la música: compromiso social y ejemplo incómodo

Aunque siempre rehuyó las etiquetas políticas, Robe no fue indiferente a lo que ocurría a su alrededor. A lo largo de su trayectoria impulsó y apoyó iniciativas ecologistas, colaboró con ONG y se implicó en causas sociales, siempre a su manera: sin postureo, pero con una claridad de principios que muchos admiraban.

Quienes lo conocieron de cerca lo definen también como un líder capaz de poner de acuerdo a personas y sensibilidades muy distintas en torno a objetivos comunes. En tiempos de polarización crónica, esa capacidad de aglutinar se convierte en otro rasgo de su legado.

El reto de cuidar el legado

El texto de despedida lanza casi una consigna: ahora son las escuelas, las universidades, las familias y el propio público quienes deben asegurarse de que su obra no se diluya en el puro mito. Que sus canciones sigan sonando es fácil; lo difícil será leerlas, analizarlas, discutirlas y mantener vivo el diálogo que abrieron.

Robe deja canciones que ya forman parte del paisaje sentimental de muchos países de habla hispana, pero deja también una manera de entender el arte como acto de honestidad radical. Un recordatorio de que se puede tener éxito sin renunciar a una ética incómoda y sin rebajar el nivel de exigencia creativa.

En los próximos días, su entorno comunicará los detalles del homenaje que se celebrará en Plasencia, donde seguidores de todas partes acudirán a despedirle. Mientras tanto, miles de personas vuelven a escuchar sus discos, citan sus versos en redes sociales y se reconocen, una vez más, en aquellas frases que les acompañaron en las noches más luminosas y en las más oscuras.

Se ha ido Robe Iniesta, pero queda la estela de un artista que enseñó a mucha gente que el rock podía ser también filosofía de combate, poesía callejera y refugio emocional. Y que, a veces, el camino más recto se encuentra, como él mismo decía, “por el más torcido”.

Hasta siempre Robe. Hasta siempre, siempre, siempre.

vía: Muere Robe de Extremoduro

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