El proteccionismo global está trastocando el panorama laboral en España, impactando notablemente en sectores clave como la automoción y la agricultura. Con el alza de aranceles impuesta por grandes economías, las importaciones se encarecen, llevando a una caída en la producción y el comercio, y generando un ambiente de inestabilidad que amenaza con recortes y despidos en las empresas afectadas.
En el corazón de esta tormenta se encuentra la industria automotriz española, que exporta componentes por un valor superior a los 1.000 millones de euros anuales. Esta industria está bajo la amenaza directa de Estados Unidos, que propone un arancel del 25% a los coches europeos. La mera expectativa de esta medida ha puesto presión sobre las compañías, obligándolas a contemplar reducciones de plantilla y alteraciones en los turnos laborales. Las empresas claman por una flexibilización en las normativas laborales, las cuales consideran rígidas y limitantes frente a estos choques económicos.
Por otro lado, el sector agroalimentario se ve igualmente afectado. Bienes que son símbolos del país, como el vino, el aceite de oliva y los quesos, enfrentan obstáculos para entrar a mercados cruciales debido a aranceles que pueden llegar al 20%. La situación ha colocado a pequeñas explotaciones familiares en una encrucijada, con pedidos cancelados y precios en descenso, todo lo cual amenaza su viabilidad económica.
En respuesta a esta problemática, el Gobierno español ha lanzado un plan de 14.000 millones de euros que abarca avales y créditos a bajos intereses. No obstante, el empresariado considera que estas acciones son inadecuadas y tardías. Se alzan voces que reclaman por ayudas directas, mayor flexibilidad laboral y una significativa reducción en la burocracia administrativa.
Simultáneamente, el Fondo Monetario Internacional ha revisado al alza el crecimiento previsto para España en 2025, ubicándolo en un 2,5%. Sin embargo, advierte sobre los riesgos latentes que representan la guerra comercial, la inflación persistente y la inestabilidad política en Europa para el crecimiento y el empleo. Aunque se proyecta que la tasa de desempleo se mantendría en torno al 11%, estos valores podrían empeorar si la tensión comercial sigue escalando, colocando en una posición vulnerable a fábricas, campos y pequeñas empresas del país.