La doble campeona mundial y el nuevo prodigio de la marcha española destacan no solo por su talento deportivo, sino también por compartir una profunda fe cristiana y llevar con orgullo el legado exitoso de este deporte en el país. Ambos atletas se ven a sí mismos como parte de una larga tradición, un «eslabón más de la cadena», en palabras de McGrath, quien durante la celebración de sus logros recuerda emotivamente a un familiar afectado por el síndrome de 5P.
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