En las últimas semanas previas a su toma de posesión el próximo 20 de enero, Donald Trump, el presidente electo de Estados Unidos, ha aumentado la presión sobre la Unión Europea (UE) para que incremente sus compras de petróleo y gas de origen estadounidense. Trump ha advertido que, de no recibir una respuesta favorable, impondrá aranceles a las importaciones provenientes del bloque europeo, reafirmando su enfoque en priorizar los intereses económicos de su país en el ámbito del comercio internacional.
La declaración fue emitida por Trump a través de su plataforma Truth Social, donde especificó que la UE debe reducir su déficit comercial con Estados Unidos mediante la adquisición masiva de energía de origen estadounidense. Con un contundente mensaje de «¡ARANCELES en todo momento!» subrayó su compromiso con una política económica proteccionista.
Este tipo de amenazas no son nuevas en la retórica de Trump. El mes pasado, anunció su intención de implementar un arancel del 25% a Canadá y México, a menos que haya un aumento en la cooperación para frenar la migración irregular y el tráfico de drogas hacia Estados Unidos. Asimismo, ha señalado la posibilidad de imponer un arancel adicional del 10% a China, país al que considera su principal rival geopolítico.
Estas medidas han suscitado preocupación a nivel global, dado el posible impacto que una guerra comercial podría tener en la economía internacional. La Unión Europea, a través de un portavoz, ha indicado su disposición a dialogar con Trump sobre cómo fortalecer las relaciones bilaterales, incluyendo posibles acuerdos en el sector energético. No obstante, desde el bloque europeo se ha subrayado que Estados Unidos ya cuenta con un superávit comercial significativo en servicios con la UE.
El déficit comercial de bienes que tiene Estados Unidos con la UE ascendió a 202.500 millones de dólares en 2022, según cifras del gobierno estadounidense. Este desequilibrio ha sido una constante fuente de críticas por parte de Trump, quien sostiene que los aranceles, «si se usan adecuadamente», pueden beneficiar a la economía estadounidense.
La perspectiva de una guerra comercial latinoamericana e intercontinental ha despertado temores a nivel mundial, destacando la complejidad y la interdependencia de la economía global actual. Mientras tanto, la comunidad internacional aguarda expectante cómo evolucionarán las relaciones comerciales bajo la nueva administración estadounidense.