Marruecos vive un momento de incertidumbre política mientras el rey Mohamed VI, con problemas de salud, mantiene un bajo perfil y deja la representación del país en foros internacionales en manos del primer ministro Aziz Akhannouch. Las crecientes protestas sociales, alimentadas por descontento con la corrupción y la debilidad de servicios públicos, junto a las tensiones internas en los servicios de inteligencia, amenazan con complicar una eventual sucesión. El príncipe heredero, Moulay Hassan, se enfrenta al desafío de legitimarse moralmente, mientras fuentes internas advierten de un posible reacomodo político más que un cambio real. La estabilización futura dependería de abordar la corrupción y reformar un sistema que actualmente concentra el poder económico y político en manos de una élite reducida.
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