La preocupación por el impacto ambiental de las cremas solares en los ecosistemas marinos, especialmente los arrecifes de coral, ha cobrado fuerza entre los científicos, quienes destacan que los filtros ultravioleta se consideran «contaminantes emergentes». Pese a que en Europa no se reconocen oficialmente como contaminantes, el CSIC trabaja en el desarrollo de tecnologías para medir y mitigar su daño, utilizando laboratorios y drones. Estos últimos ya están en pruebas en playas de Cádiz para detectar concentraciones de estos productos y crear un índice de calidad ambiental de las playas. Este proyecto busca proporcionar a los gestores municipales una herramienta eficaz para proteger las aguas costeras y garantizar tanto la salud ambiental como la protección solar de los usuarios.
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