El 7 de mayo de 2000, ETA asesinó al periodista José Luis López de Lacalle, marcando su última víctima en el ámbito periodístico. La banda terrorista había puesto en su punto de mira a 326 profesionales de la prensa y vigiló de cerca a 80 de ellos con el objetivo de silenciarlos. Este acto reflejó la presión que ETA ejercía sobre los medios de comunicación en su intento de controlar el discurso público y acallar voces críticas.
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