El poderoso terremoto de magnitud 7,7 que sacudió el centro de Myanmar ha intensificado la crisis en un país ya afectado por una prolongada guerra civil. El sismo, que también se sintió en la vecina Tailandia, dejó un rastro de devastación, especialmente en la ciudad de Mandalay, donde la mayoría de los edificios colapsaron y los servicios de rescate enfrentaron enormes desafíos operativos por la falta de infraestructura adecuada. Hasta ahora, se han confirmado más de 1.000 muertes en Myanmar, y se estima que las cifras podrían superar las 10.000 víctimas. Las comunicaciones y el suministro eléctrico están severamente interrumpidos, lo que complica aún más los esfuerzos de rescate. La comunidad internacional, liderada por organizaciones como la ONU y la ASEAN, se está movilizando para brindar asistencia, aunque el contexto político instable del país y las dificultades logísticas presentan serios obstáculos para el envío de ayuda. China y Corea del Sur también han ofrecido su apoyo en medio de esta emergencia.
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