La Castanyada, una tradición otoñal profundamente arraigada en Cataluña, enfrenta un desafío ambiental significativo debido al uso masivo de envoltorios de un solo uso. Si bien las calles se llenan del aroma inconfundible de castañas asadas y boniatos al horno, también se ven inundadas por numerosos residuos. Históricamente, estos manjares se servían en las clásicas paperinas de papel reciclado, una práctica sostenible que, lamentablemente, ha sido desplazada por envoltorios de papel plastificado, a menudo no reciclables.
En la ciudad de Barcelona, durante la Castanyada, se calcula que se distribuyen entre 27.000 y 140.000 envoltorios desechables. Los múltiples puestos de venta, que funcionan bajo 34 a 56 licencias, venden cientos de raciones diarias, contribuyendo a este cúmulo de residuos. Además, el Gremi de Pastisseria de Barcelona señala la venta de más de 11 millones de panellets, usualmente envueltos en plásticos, lo que agrava el impacto ambiental de esta tradición.
Meritxell Hernández, fundadora y CEO de la empresa Roll’eat, enfatiza la urgencia de adoptar envoltorios reutilizables para mitigar esta huella ecológica. «La contaminación no entiende de tradiciones; los pequeños cambios son los que hacen la diferencia», destaca Hernández. Su empresa ofrece soluciones sustentables como la línea Snack’n’Go de portabocadillos reutilizables, diseñada para transportar castañas, boniatos y dulces sin perder el toque tradicional de la Castanyada.
Este enfoque no solo aboga por la reducción del volumen de residuos, sino que también fomenta un consumo más consciente tanto en espacios públicos como en hogares. La Castanyada, además de honrar la memoria y cultura catalana, tiene la oportunidad de liderar un cambio hacia la sostenibilidad, mostrando cómo las tradiciones pueden evolucionar para proteger el entorno que las sostiene.
