La confrontación tecnológica entre China y Estados Unidos ha añadido un nuevo capítulo que recuerda a las tramas de espionaje contemporáneo. En un intento audaz por sortear las restricciones de exportación de tecnología avanzada impuestas por Washington, ingenieros chinos han optado por un método tan sencillo como ingenioso: transportar discos duros en maletas hasta Malasia para entrenar modelos de inteligencia artificial utilizando servidores con GPUs de última generación de NVIDIA.
El esquema, recientemente descubierto, involucraba a ingenieros que viajaron desde Pekín hacia Kuala Lumpur, cargando discretamente maletas con hasta 80 terabytes de datos cada uno, acumulando un total de 4,8 petabytes. Estos datos fueron luego transferidos a un centro de datos local donde se alquilaron 300 servidores con GPUs NVIDIA Hopper, tecnología prohibida en China bajo las actuales sanciones de EE.UU. Esta estrategia permitió a la empresa entrenar sus modelos de IA sin restricciones, evadiendo por completo los controles de exportación.
Para evitar las restricciones, las compañías chinas utilizan filiales en el extranjero, como en Singapur, para firmar contratos de alquiler de infraestructura. Sin embargo, ante nuevas regulaciones, las operaciones se trasladaron a Malasia, necesitando que la empresa china se registrara legalmente allí, lo que complicó aún más el seguimiento de estas actividades.
Este no es un caso aislado. El transporte físico de datos, conocido como “sneakernet”, ha emergido como una alternativa viable ante el endurecimiento de los controles digitales y la vigilancia internacional de la transferencia de datos estratégicos para la inteligencia artificial.
A pesar de ser una estrategia costosa, ha demostrado ser efectiva. China continúa sorteando bloqueos para entrenar sus sistemas de IA con hardware estadounidense. Al mismo tiempo, las exportaciones de NVIDIA a Malasia han aumentado, alcanzando 3.400 millones de dólares en un solo trimestre, destacando que parte de este hardware acaba al servicio de intereses chinos.
En Washington, las autoridades reconocen que el Departamento de Comercio carece de recursos para vigilar eficazmente el destino de todos los chips, especialmente ante la creatividad y determinación de las empresas chinas.
La escena refleja cómo la disputa tecnológica global se extiende más allá de las negociaciones formales, infiltrándose en lugares como aeropuertos y oficinas temporales en países aliados. Esta operación pone de manifiesto las limitaciones de las restricciones estadounidenses frente a la resiliencia asiática.
Por su parte, China sigue desarrollando sus modelos de IA fuera del alcance de las sanciones, mientras que EE.UU. enfrenta el desafío de encontrar formas más efectivas de impedir este flujo «físico» de datos. La contienda, lejos de concluir, continúa escribiendo nuevos episodios, planteando la pregunta: ¿cómo responderá Washington ante la próxima jugada de Pekín? La carrera tecnológica sigue sin tregua.