China está intensificando sus esfuerzos hacia la independencia tecnológica con un mandato nacional que exige que los centros de datos públicos utilicen más del 50% de chips de producción local. Esta determinación surgió inicialmente en marzo de 2024 como directrices regionales en Shanghái, señalando la prioridad del país en reducir su dependencia de semiconductores extranjeros. En 2025, esta política se ha adoptado a nivel nacional, respaldada por la Comisión Nacional de Desarrollo y Reforma y el Ministerio de Industria y Tecnología de la Información.
La medida se da en un contexto de tensiones tecnológicas con Estados Unidos, que desde 2022 ha aumentado las restricciones a las exportaciones de semiconductores avanzados, vitales para la inteligencia artificial. Aunque recientemente algunos modelos de chips de Nvidia fueron autorizados para su venta en China, la confianza en su seguridad es baja, impulsando a Pekín a intensificar su apuesta por la producción nacional a pesar de sus limitaciones en comparación con la tecnología occidental.
En paralelo al desarrollo de chips, China ha lanzado un impulso masivo en la creación de centros de datos inteligentes. Entre 2023 y 2024, se anunciaron más de 500 nuevos proyectos en regiones estratégicas como Mongolia Interior y Guangdong. Estos centros están diseñados para soportar tanto a las grandes tecnológicas como sectores clave como la banca y la medicina.
Sin embargo, el camino hacia la autarquía no es sencillo. Muchos modelos de IA chinos están integrados en el ecosistema de Nvidia, lo que plantea desafíos técnicos al adaptar estos modelos para operar en plataformas locales como Huawei CANN. A pesar de estos obstáculos, empresas como Huawei y iFlytek lideran el avance, con proyectos que demuestran la creciente competitividad de los chips chinos, especialmente para tareas de inferencia.
El trasfondo de estos movimientos es profundamente estratégico. El control de la cadena de suministro de chips es visto en China como un componente esencial de la soberanía nacional, sobre todo en un momento donde la inteligencia artificial consumirá cantidades masivas de energía en los centros de datos.
Mientras China busca independencia total, Occidente está adoptando una estrategia de diversificación con la construcción de fábricas extranjeras de TSMC e Intel en Estados Unidos y Europa. Esta diferencia de enfoque podría llevar a una industria de semiconductores más fragmentada, con estándares paralelos en Oriente y Occidente.
La cuestión clave es si los chips chinos podrán alcanzar la capacidad de sus homólogos estadounidenses en los próximos años. Lo que está claro es que para China, la independencia tecnológica no es una opción, sino un imperativo nacional en medio de una guerra tecnológica en evolución.