Durante el cónclave, el proceso de escrutinio se inicia cuando los cardenales depositan sus votos en una urna, la cual es mezclada antes de contar las papeletas. Si el número de papeletas no coincide con el de los electores, estas se queman y se repite el voto. Cuando coinciden, los escrutadores verifican los votos: el primero abre la papeleta, el segundo comprueba el nombre y el tercero lo lee en voz alta para que los cardenales lo anoten. Las papeletas se perforan y se ensartan para su seguridad. Tras sumar y verificar los votos, los revisores controlan el proceso. Finalmente, todas las papeletas son quemadas, junto con las de una posible segunda votación, preservando el secreto del proceso.
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