En las últimas semanas, un comentario en redes sociales despertó la curiosidad colectiva: una abuela se preguntaba si debería invertir en inteligencia artificial (IA). Este simple gesto revela una tendencia palpable: la IA está por todos lados, despertando curiosidad y, en ocasiones, temores. En un entorno empresarial, ejecutivos y gerentes enfrentan la misma disyuntiva, debatiéndose sobre cuándo y cómo integrar esta tecnología para asegurar un retorno significativo.
Tras más de una década desarrollando productos de IA, desde chatbots hasta sistemas de recomendación en plataformas como Instagram y Spotify, se ha aprendido a distinguir entre soluciones prácticas y aquellas que terminan siendo un gasto superfluo. La clave radica en identificar el momento y el modo adecuado para implementar la IA de manera estratégica.
El primer paso crucial es definir con precisión el problema que se pretende resolver. Es esencial entender que la IA es una herramienta poderosa, pero no un fin en sí mismo. Las empresas deben establecer objetivos claros, cuantificar el valor esperado y trabajar con un presupuesto que se alinee con su contexto específico.
Una vez que se identifica el problema, el siguiente desafío es evaluar el valor potencial de la IA. En algunos casos, el retorno de inversión es directo y cuantificable, como cuando se mejora la segmentación publicitaria y se incrementan los ingresos. En otros, el beneficio puede ser más abstracto pero igualmente crucial, como optimizar la experiencia del cliente o mejorar la eficiencia operativa.
Para llevar a cabo esta evaluación, es recomendable que las empresas identifiquen métricas clave, asignen puntuaciones de impacto y utilicen herramientas de análisis predictivo o comparativo para proyectar mejoras potenciales. Un ejemplo concreto es el trabajo en recomendaciones para Reels, donde incluso un pequeño aumento en la tasa de conversión puede significar ingresos sustanciales.
La planificación cuidadosa y honesta es esencial para garantizar resultados satisfactorios y evitar compromisos financieros innecesarios. Al adoptar un enfoque riguroso en la inversión en IA, las organizaciones pueden garantizar el éxito y evitar que sus esfuerzos se traduzcan en un gasto sin impacto.
