La final de la Copa del Rey entre Barcelona y Real Madrid estuvo marcada por la polémica arbitral que intensificó la tensión en las horas previas al partido. Un penalti a favor del Barcelona en el minuto 96 fue inicialmente validado por el árbitro De Burgos Bengoechea, pero luego anulado tras consulta al VAR, lo que concluyó con una tarjeta amarilla para Raphinha por simulación. Este episodio fue el clímax de 33 horas de crispación entre el Madrid, los árbitros y las autoridades deportivas. La situación obligó a una serie de conversaciones al más alto nivel para apaciguar los ánimos y asegurar la realización del encuentro. A pesar del ambiente tenso, el arbitraje de De Burgos Bengoechea, que enfrentó críticas y gestiones detrás de escena para su defensa, logró llevar adelante una final intensamente disputada.
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