El presidente de Corea del Sur, Yoon Suk Yeol, sorprendió al país al declarar la ley marcial bajo pretexto de una supuesta injerencia norcoreana, en un contexto de rebelión parlamentaria en su contra. La medida, que recuerda a los tiempos de régimen militar, fue rápidamente rechazada por una mayoría de diputados y desencadenó masivas protestas ciudadanas clamando por su destitución. La presión en las calles y la fractura dentro de su propio gobierno llevaron a Yoon a revocar la orden, restableciendo así el orden democrático. La presencia militar, inicialmente desplegada para respaldar la ley, no impidió la reunión del legislativo, que votó masivamente contra la medida. La escena alarmó a Estados Unidos, que monitoreaba de cerca la situación. Ahora, el futuro de Yoon pende de un hilo con la posibilidad de un «impeachment» más tangible que nunca, en un intento por restaurar la confianza en un país polarizado y afectado por escándalos de corrupción.
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