Veinte días después de un estado crítico, una mujer despierta milagrosamente en la unidad de terapia intensiva, abriendo su párpado izquierdo y devolviendo la esperanza a su familia. La escena describe la conexión emocional entre los presentes, evocando recuerdos de infancia y resaltando el poder del amor y la fe. El autor reflexiona sobre cómo este despertar simboliza un milagro, que trasciende lo personal e invita a reconsiderar las perspectivas sobre las tragedias y las divisiones del mundo exterior. La narración se convierte en una meditación sobre la capacidad de mirar, con sus implicaciones emocionales, como una forma de recuperación y gratitud ante la vida.
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