La llegada de Donald Trump a la Casa Blanca ha consolidado el poder de una élite de multimillonarios que ahora actúan sin disimulo para desmantelar las estructuras diseñadas para mitigar la desigualdad, como políticas ambientales y programas sociales. Este fenómeno se ha visto reforzado por el respaldo de sectores trabajadores, quienes paradójicamente ven en el discurso nacionalista de Trump una solución a sus problemas. En paralelo, la creciente fascinación por la vida de los ultrarricos, reflejada en series y películas de éxito, pone de relieve las dinámicas de poder y privilegio que muchos encuentran hipnotizantes. Este interés está vinculado al atractivo que genera el comportamiento de figuras como Trump, caracterizadas por su extravagancia desmedida y falta de límites, un rasgo que comparte con personajes de ficciones que exploran la decadencia de la riqueza. A pesar del daño que puedan causar en su gestión, al final estas élites parecen siempre encontrar la manera de perpetuar su posición privilegiada.
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