En los últimos 20 años, las políticas públicas enfocadas en la población de la tercera edad han experimentado un aumento del 65%, mientras que aquellas dirigidas a los jóvenes solo han crecido un 5%. Esta disparidad en el crecimiento de las políticas refleja una priorización en la atención a los mayores, posiblemente debido al envejecimiento demográfico y la necesidad de abordar sus crecientes demandas sociales y económicas. Por otro lado, el limitado incremento en las políticas para los jóvenes podría señalar una oportunidad perdida para fomentar el desarrollo de esta generación, afectando potencialmente su participación en el futuro económico y social del país.
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