Desde Bruselas, la retórica se intensifica afirmando que Europa no debería seguir las directrices de Washington ni ser el destinatario de políticas estadounidenses, especialmente bajo la influencia de Trump. Abogan por una diversificación hacia mercados como el chino, aunque ésta también esté influida por lobbies que van desde figuras como Zapatero hasta Borrell. Mientras tanto, la UE enfrenta críticas por su aparente doble moral: condenar a Rusia y respaldar a Ucrania mientras mantiene relaciones comerciales con Moscú. Al mismo tiempo, Estados Unidos bajo la administración Trump tampoco escapa de juicios, donde sus acciones son vistas como una realpolitik en beneficio de sus intereses. La controversia se centra en si el Occidente que critica estas decisiones también se condice con sus prácticas. En este contexto, Europa parece haber perdido el rumbo de los ideales fundacionales, transformándose en una entidad dividida entre principios y pragmatismo económico.
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