En una rueda de prensa en el Pentágono, el secretario de Defensa de EE.UU., Pete Hegseth, y el jefe del Estado Mayor, Dan Caine, defendieron el ataque sorpresa contra Irán, calificándolo de operación controlada y medida para neutralizar las instalaciones nucleares iraníes que representaban una amenaza. A pesar de los informes de inteligencia que indicaban que Irán no estaba cerca de desarrollar armas nucleares, se llevaron a cabo bombardeos con B-2 y misiles Tomahawk. Aunque se destacó que el ataque no busca un cambio de régimen, Hegseth elogió la «atrevida» decisión del presidente Trump. Afirmaron que el Congreso fue notificado post-operación y que el objetivo era disuadir agresiones futuras, aclarando que Israel no participó directamente. La operación involucró una compleja movilización aérea, con bombardeos que dañaron, pero no destruyeron por completo, las infraestructuras iraníes.
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