Invertir en fondos cotizados, conocidos como ETFs, se presenta como una estrategia aparentemente sencilla: comprar un fondo que replica un índice y esperar. Sin embargo, esta percepción simplificada oculta una serie de complejidades y errores potenciales que pueden impactar negativamente las ganancias del inversor. A medida que los ETFs ganan popularidad, habiendo alcanzado más de 14 billones de dólares en activos globales en 2024, la falta de comprensión sobre sus diferencias sigue siendo un problema importante. Esto lleva a algunos inversores a asumir riesgos inesperados debido a estrategias complicadas, el uso de derivados, apalancamientos o exposición a mercados menos líquidos.
Una de las trampas principales son los costes ocultos. Aparte de la comisión anual conocida como el «expense ratio», existen otros gastos menos evidentes, como los spreads de compra/venta, comisiones de brokers, discrepancias entre el precio de mercado y el valor real del fondo, y gastos relacionados con la estructura del fondo. Estos costos pueden reducir significativamente los rendimientos a largo plazo, revelando que un ETF aparentemente económico podría no ser tan rentable.
Para evitar estos errores comunes se sugiere adoptar ciertas prácticas prudentes. Es fundamental analizar detalladamente el fondo antes de adquirirlo, establecer un plan de inversión a largo plazo, mantenerse informado sobre los costos reales involucrados y revisar periódicamente si el fondo sigue alineado con los objetivos del inversor. Aunque los ETFs pueden ser un componente valioso en una cartera diversificada, el éxito depende de la comprensión, atención a los detalles y buenos hábitos de inversión. Evitar los errores más frecuentes, como la falta de comprensión del producto, la negligencia de los costos ocultos y la rotación excesiva de activos, puede incrementar las probabilidades de alcanzar los rendimientos deseados.