La situación del mercado bursátil europeo de cara a 2025 presenta un panorama desolador: ninguna empresa del continente figura entre las 25 mayores del mundo en cuanto a capitalización. La lista, dominada por gigantes estadounidenses como NVIDIA, Microsoft y Apple, y acompañada por colosos de Asia y Oriente Medio como TSMC, Tencent y Saudi Aramco, refleja un mapa de poder tecnológico que se extiende mucho más allá de la simple categoría financiera. Este ranking señala a las potencias que controlan tanto la tecnología de IA y los chips como las infraestructuras de la nube y los métodos de pago globales.
La exclusión europea de este top se debe, en parte, a un mercado de capitales que aún no está preparado para enfrentarse a las innovaciones cloud, problemas con la energía y permisos, y dificultades en la computación necesaria para la IA. Adicionalmente, la falta de plataformas tecnológicas europeas eficientes y la dificultad para atraer y retener talento especializado agravan la situación.
Para revertir este escenario y reintroducir a las compañías europeas en el top 25 antes de 2030, se requiere un esfuerzo concertado en diversas áreas estratégicas. La generación y disponibilidad de energía eléctrica a un costo competitivo, permisos más ágiles y esa capacidad de cómputo ágil y accesible son solo algunas de las medidas necesarias. También, es crucial que Europa impulse la infraestructura necesaria y aproveche áreas en las que ya tiene una ventaja competitiva, como la biotecnología, la industria semiconducora y tecnológica, y los sectores de climatetech y electrificación.
Para transformar este desafío en una oportunidad, es esencial que Europa no solo minimice las fricciones legales y financieras, sino que también apueste fuertemente por los sectores donde ya tiene una base sólida. Además, el enfoque debe ser el crecimiento más que simplemente la protección, asegurando que las empresas europeas evolucionen al ritmo global.
El futuro requiere un plan ejecutable centrado en maximizar el poder computacional, la capacidad energética, el desarrollo de chips y la capitalización eficaz. La meta es clara: lograr que al menos tres empresas europeas superen los $500 mil millones en valor y se acerquen al billón de dólares para 2030.
Para las juntas directivas y CTOs, es vital medir métricas como el gasto en I+D, la cantidad de recursos energéticos contratados, y el porcentaje de ventas fuera de Europa. Solo así se podrá evaluar si se está avanzando en el camino correcto para devolver a Europa su lugar en el podio tecnológico global.