En España, la dimisión de un cargo público se considera un fenómeno extraño, percibido más como un fracaso personal que como un acto de responsabilidad. La reciente polémica sobre las pulseras de protección para mujeres maltratadas, consideradas ineficaces, destaca la reticencia a dimitir y asumir responsabilidades. En otros países europeos, dimitir por errores, incluso menores, es común y se ve como un gesto de integridad. El artículo resalta ejemplos históricos como Adolfo Suárez y Willy Brandt, quienes renunciaron por sentido de Estado, mientras que figuras actuales como Irene Montero y Pablo Casado se aferraron a sus cargos pese a las controversias. La sugerencia final es que la ministra Redondo podría considerar su dimisión como una oportunidad para demostrar dignidad y responsabilidad, reconciliando así la política con el servicio público.
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