La reactivación de políticas proteccionistas desde Estados Unidos complica el horizonte de las exportaciones agroalimentarias. El sector cárnico español, líder mundial, busca adaptarse entre nuevos aranceles, tensiones geopolíticas y exigencias del mercado global.
En un contexto internacional marcado por la inestabilidad política, las tensiones comerciales y una creciente ola de proteccionismo, la industria agroalimentaria europea —y especialmente la cárnica española— se enfrenta a un nuevo desafío: la posible vuelta de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos y su conocida agenda arancelaria.
Aunque aún es incierto si el exmandatario regresará a la Casa Blanca en 2025, su discurso actual y su historial dejan pocas dudas: un nuevo mandato podría significar un endurecimiento de las políticas comerciales hacia la Unión Europea, con más aranceles, menos acuerdos multilaterales y mayores exigencias para los exportadores extranjeros.
En ese escenario, el sector cárnico español —el cuarto mayor exportador de carne del mundo— deberá moverse con agilidad e inteligencia para no perder competitividad en mercados clave.
España, potencia cárnica global con fuerte proyección exterior
España es hoy uno de los grandes actores mundiales del comercio cárnico. En 2023, las exportaciones del sector superaron los 10.000 millones de euros, con China, Francia, Italia y Estados Unidos como principales destinos. La carne de porcino, en particular, representa más del 65 % del total exportado, seguida de vacuno y ovino.
Este liderazgo ha sido posible gracias a la modernización de las explotaciones, la profesionalización del sector y el cumplimiento de estrictos estándares sanitarios y de calidad exigidos por los mercados internacionales. Además, la trazabilidad, el bienestar animal y la seguridad alimentaria se han convertido en argumentos de venta clave frente a competidores con normativas más laxas.
Pero este modelo, fuertemente dependiente del comercio internacional, es también vulnerable a los vaivenes políticos y económicos globales.
El proteccionismo estadounidense: un viejo conocido que vuelve con fuerza
Durante su primer mandato, Donald Trump impuso una serie de aranceles a productos agrícolas europeos —incluidos vinos, quesos, aceites y algunas carnes— en el marco del conflicto con la UE por las ayudas a Airbus. Aunque esos aranceles fueron suspendidos temporalmente en 2021, la amenaza persiste.
Trump ha defendido abiertamente políticas comerciales unilaterales, con el argumento de proteger la industria nacional frente a lo que considera competencia desleal. En su campaña de 2024, ha vuelto a prometer nuevos aranceles “masivos” a productos importados, y ha puesto el foco en reforzar el “Buy American”.
Esto podría derivar en un encarecimiento artificial de los productos españoles en EE. UU., pérdida de cuota de mercado frente a proveedores locales o de terceros países con acuerdos bilaterales más ventajosos, como México o Canadá.
El dilema para el sector cárnico: diversificar o resistir
Ante este panorama, el sector cárnico español se enfrenta a dos grandes caminos: resistir en los mercados tradicionales, asumiendo los sobrecostes de los aranceles, o diversificar destinos, explorando con más fuerza regiones como el sudeste asiático, Oriente Medio o África.
Muchos exportadores ya han comenzado a reforzar su presencia en mercados donde los productos europeos gozan de prestigio creciente y donde no existen aún grandes barreras comerciales. Países como Vietnam, Corea del Sur, Marruecos o Arabia Saudí están ganando peso como socios comerciales. Además, el acuerdo comercial entre la UE y Mercosur, aunque todavía pendiente de ratificación, podría abrir nuevas oportunidades para el intercambio agroalimentario con América Latina.
A nivel interno, la industria también trabaja en aumentar el valor añadido de sus productos, invirtiendo en innovación, transformación y sostenibilidad para ofrecer una carne de mayor calidad, diferenciada por su origen, trazabilidad y compromiso ambiental.
La diplomacia comercial y el papel de la UE
El sector agroalimentario español no puede —ni debe— afrontar esta batalla en solitario. La negociación de acuerdos comerciales equilibrados, la defensa de la agricultura europea frente a prácticas desleales y la respuesta ante políticas proteccionistas deben formar parte de una estrategia coordinada a nivel europeo.
España, junto a otros Estados miembros, presiona a Bruselas para que refuerce su papel como contrapeso global frente a potencias como EE. UU. o China. La Unión Europea, de hecho, ha respondido en el pasado con medidas de represalia ante aranceles abusivos y ha demostrado capacidad para defender los intereses de sus sectores productivos.
Una encrucijada que también es oportunidad
En definitiva, la amenaza arancelaria de un segundo mandato de Trump pone sobre la mesa una realidad incómoda pero inevitable: la necesidad de reforzar la autonomía estratégica del sector alimentario europeo.
Para la carne española, esto significa replantear su estrategia de exportación, reducir la dependencia de mercados políticamente volátiles, apostar por la calidad frente a la cantidad, y utilizar la innovación y la sostenibilidad como palancas competitivas.
Porque en un mundo cada vez más fragmentado y geopolíticamente incierto, exportar alimentos no es solo una operación comercial: es una declaración de principios, de resiliencia y de visión a largo plazo.