En la era digital, empresas, instituciones y profesionales enfrentan un panorama cada vez más complejo donde la seguridad de la información es esencial. La clasificación de la información se ha establecido como un pilar fundamental para proteger los datos, considerados como los activos más valiosos de cualquier organización. Este proceso actúa como una primera línea de defensa al identificar qué información es crítica y qué medidas de protección se deben aplicar para garantizar el cumplimiento de normativas.
Clasificar la información es mucho más que un formalismo; es un marco organizado que responde a preguntas esenciales sobre los datos: ¿qué tenemos, cuánto vale y qué riesgos implica su exposición? Los niveles de sensibilidad asignados a los datos determinan el impacto potencial de su pérdida o acceso no autorizado, abarcando no solo documentos, sino también correos electrónicos, bases de datos y registros.
Este enfoque está respaldado por normas como ISO/IEC 27001 y el Esquema Nacional de Seguridad en España, que establecen niveles de clasificación desde la información pública hasta la secreta. Cada nivel requiere controles específicos de protección, desde el cifrado hasta la autenticación multifactor.
Más allá del cumplimiento normativo, clasificar la información se ha convertido en una necesidad estratégica para evitar fugas de datos, cumplir con regulaciones como RGPD y optimizar los recursos de ciberseguridad. Además, promueve una cultura de seguridad donde los empleados comprenden el valor de la información que gestionan.
El proceso de clasificación puede ser manual, automatizado o híbrido, utilizando tecnologías avanzadas como DLP y sistemas basados en inteligencia artificial que analizan patrones y etiquetan información. Entre los proveedores destacados se encuentran Microsoft Purview y Google Cloud DLP.
El ciclo de vida de la información, que incluye desde la creación hasta la destrucción segura, debe estar integrado en los flujos de trabajo de la organización para asegurar que la clasificación se mantenga actualizada.
Diversos sectores han implementado con éxito estrategias de clasificación: las administraciones públicas, obligadas por el ENS; las entidades financieras que cumplen con normativas como la PSD2; y el sector sanitario, que protege datos sensibles de acuerdo con el RGPD.
En el contexto del modelo Zero Trust, donde “nada ni nadie es confiable por defecto”, la clasificación se convierte en el cimiento para aplicar controles dinámicos basados en el riesgo de cada dato.
La clasificación de la información es, por tanto, una inversión estratégica que puede determinar si una brecha de seguridad se convierte en un desastre o en un incidente controlado. En un entorno de inteligencia artificial, edge computing e hiperconectividad, las organizaciones no pueden permitirse la improvisación en materia de seguridad.