En un giro estratégico significativo, Intel ha dado inicio a una nueva fase de su plan de reestructuración global, marcando un hito doloroso pero crucial en su lucha por mantenerse a flote en el competitivo mundo de los semiconductores. La compañía ha anunciado el despido de 1.300 empleados en Oregón, dentro de una estrategia más amplia que busca reducir 15.000 puestos de trabajo a nivel mundial. Este es uno de los recortes más grandes registrados en la historia del estado, reflejando un clima de intensos desafíos para la empresa.
Desde 2021, Intel ha experimentado una caída dramática en sus ingresos, cercana a un tercio, lo que ha empujado a la compañía a tomar medidas drásticas para reducir costos. La feroz competencia con rivales como AMD, NVIDIA y TSMC ha exacerbado esta crisis, especialmente en el ámbito de la inteligencia artificial, donde Intel ha visto disminuir su cuota de mercado. A pesar de este difícil entorno, la empresa subraya que estos recortes son un paso doloroso pero necesario para asegurar su longevidad y competitividad futura.
En declaraciones oficiales, la empresa enfatizó el enfoque humano de su proceso de recortes, resaltando su compromiso de tratar a los empleados afectados con «cuidado y respeto». Además de los despidos directos en Oregón, se estima que unas 1.700 personas han aceptado bajas voluntarias o jubilaciones anticipadas, elevando a casi 3.000 el número total de salidas en la región.
Esta medida llega a pesar de los significativos subsidios federales recibidos, que incluyen más de 8.500 millones de dólares bajo la Ley CHIPS de 2022 y 115 millones adicionales en financiamiento estatal para expandir su campus en Oregón. Estos fondos estaban destinados a fortalecer la producción de semiconductores en Estados Unidos, minimizando la dependencia de las fábricas asiáticas, un objetivo que parece haber quedado en suspenso ante la cruda realidad financiera que enfrenta la planta de Oregón.
La magnitud de estos recortes plantea también preguntas sobre el futuro de otros proyectos estratégicos de Intel, como la construcción de nuevas fábricas en Arizona y Ohio, piezas clave en su plan para aumentar la capacidad de producción nacional.
En medio de este panorama, los ojos del sector se centran en un potencial movimiento de Qualcomm, que ha mostrado interés en partes de Intel, condicionado a los resultados de las próximas elecciones en Estados Unidos. Esta situación sigue sumando presión sobre Pat Gelsinger, CEO de Intel, quien está bajo la lupa de los inversores, preocupados por la lenta recuperación del valor de la empresa en los mercados.
En resumen, Intel se encuentra en un momento crucial, intentando navegar entre decisiones difíciles y la necesidad de inversiones estratégicas que permitan recuperar su posición de liderazgo en el sector. Mientras busca estabilizar sus finanzas y reforzar su presencia en el mercado, la empresa enfrenta una competencia creciente y un entorno económico desafiante, que pondrán a prueba su capacidad de adaptación y resiliencia en los próximos años.