En el marco de la COP30, el debate climático ha llegado a un momento crucial, con un enfoque renovado en la necesidad de establecer una arquitectura financiera que transforme las promesas ambientales en resultados tangibles. A pesar de no ser uno de los mayores emisores, Brasil enfrenta la responsabilidad de proteger la Amazonía y demostrar cómo financiar efectivamente su conservación. Se estima que mantener la selva y promover una economía sostenible requiere miles de millones de dólares anuales, un costo significativamente menor que el impacto de los desastres climáticos. La clave radica en la gobernanza y la transparencia, áreas donde los bancos públicos, como el Banco do Brasil, pueden jugar un papel vital, extendiendo crédito sostenible a comunidades tradicionalmente ignoradas. Nuevas herramientas de monitoreo y mitigación de riesgos presentadas en la COP30 buscan atraer capital internacional, subrayando que la confianza y las instituciones sólidas son esenciales para la transición ecológica global. Brasil tiene la capacidad de liderar este cambio, demostrando que es posible combinar desarrollo y preservación ambiental.
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