Claudia Sheinbaum enfrenta crecientes tensiones políticas seis meses después de asumir la presidencia de México, en medio de la descomposición de los acuerdos sucesorios establecidos por su predecesor, Andrés Manuel López Obrador. Mientras Sheinbaum intenta mantener estabilidad y cohesión, enfrenta desafíos internos desde su propio partido, Morena, resaltando ambiciones contrarias y falta de apoyo que socavan su liderazgo. Las crisis, como el rechazo legislativo para limitar sucesiones familiares y la controversia en torno a figuras como Cuauhtémoc Blanco, han evidenciado divisiones y el peso de un sistema político que no sigue un liderazgo vertical tradicional. En medio de estas turbulencias, Sheinbaum intenta avanzar en su agenda de equidad para mujeres, aunque su capacidad de maniobra se ve obstaculizada por luchas internas y desafíos herencia del modelo de poder compartido dejado por López Obrador, afectando incluso su imagen internacional con incidentes como el del rancho Izaguirre. La situación plantea la pregunta de cuánto tiempo más tolerará Sheinbaum estas dinámicas antes de implementar cambios significativos en los liderazgos para asegurar el avance de sus prioridades gubernamentales.
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