La lucha contra el cambio climático ha posicionado a las energías renovables, la nuclear y las tecnologías de almacenamiento como protagonistas indiscutibles del debate global. Sin embargo, detrás de la promesa de un futuro más limpio, representado por paneles solares, turbinas eólicas, baterías de ion-litio y reactores nucleares de nueva generación, se esconde una dependencia material con desafíos significativos: la explotación de minerales críticos.
Las proyecciones de la Agencia Internacional de la Energía (AIE) revelan que las tecnologías bajas en carbono requieren hasta diez veces más minerales que las energías fósiles para generar la misma cantidad de energía. Esto significa que para alcanzar los objetivos climáticos para 2050, se necesitará multiplicar drásticamente la demanda de minerales como litio, níquel y cobre.
El mapa geopolítico de estos minerales es desigual y concentrado. Por ejemplo, la República Democrática del Congo produce más del 70% del cobalto mundial, mientras que el “triángulo del litio” (Chile, Argentina y Bolivia) domina la extracción de litio. China, por su parte, controla una gran parte de la producción y el refinado de tierras raras.
El auge de las energías renovables y la movilidad eléctrica implica también un alto coste ambiental. La extracción de cobre, por ejemplo, requiere el procesamiento de grandes cantidades de roca, contribuyendo a la deforestación, la contaminación y afectando a las comunidades locales. Especialmente preocupante es la minería artesanal en la RDC, vinculada al trabajo infantil.
La demanda de minerales es particularmente intensa en el sector del transporte. Un coche eléctrico requiere seis veces más minerales que uno de combustión interna. Con una proyección de 200 millones de vehículos eléctricos para 2030, la presión sobre estos recursos será elevada.
En contraste, la energía nuclear presenta un rendimiento energético superior con una huella material relativamente reducida. Sin embargo, la búsqueda de un balance adecuado de recursos y tecnologías es esencial. La implementación de políticas de reciclaje, innovación en materiales y diversificación de proveedores es crucial para un desarrollo sostenible.
El reciclaje emerge como un factor vital en esta ecuación, aunque su implementación aún enfrenta retos. Actualmente, se recicla un alto porcentaje de aluminio y cobre, pero el reciclaje de litio y tierras raras es insignificante.
En conclusión, la transición hacia energías limpias es una necesidad ineludible para combatir el cambio climático, pero no está exenta de desafíos materiales y medioambientales. La gestión responsable de los minerales críticos determinará el éxito de una transición energética realmente sostenible.