A comienzos de los años 80, el PSOE abrazó una socialdemocracia europea alejándose de su pasado marxista, logrando un tsunami democrático tras la muerte de Franco en 1975. Felipe González consolidó el PSOE como bastión del progreso, aunque con el tiempo, la estrategia del partido se centró en su supervivencia más que en las necesidades ciudadanas. Según críticos, la desconexión del PSOE con la realidad y su historia explica su actual postura, describiendo a líderes como Sánchez y Zapatero como responsables de fracturas ideológicas y manipulaciones políticas. El artículo afirma que la persistencia del socialismo en España busca perpetuar el control y la manipulación, criticando su impacto negativo comparado con economías más alejadas de ideas intervencionistas.
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