Un estudio del Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas y la Fundación BBVA revela que, debido a retrasos en el acceso al empleo y reformas en el sistema de pensiones, los jóvenes podrían enfrentar jubilaciones más tardías y pensiones reducidas. Para mantener el nivel de vida actual, quienes solo coticen 30 años deberán trabajar hasta los 71 años, mientras que aquellos con 40 años cotizados lo lograrían a los 65 años. Las modificaciones futuras, como aumentar los años de cómputo y ajustar la pensión a la esperanza de vida, podrían reducir aún más las tasas de reemplazo, imponiendo desafíos adicionales a las generaciones jóvenes, ya afectadas por la precariedad laboral.
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