Las protestas de vecinos y comerciantes en la segunda ciudad más grande de Cataluña, tradicionalmente un bastión del PSC, han escalado a tal punto que su impacto ha alcanzado el Palacio de La Moncloa. Las manifestaciones surgen en respuesta a descontentos que no han sido especificados, reflejando un creciente malestar ciudadano. Esta movilización pone de relieve la presión social sobre el gobierno central y local, resaltando tensiones políticas en un contexto donde el Partido Socialista de Cataluña tiene tradicionalmente un fuerte apoyo.
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