El primer semestre del año ha sido un periodo de turbulencias financieras sin precedentes, caracterizado por desplomes bursátiles y recuperaciones asombrosas, además de un panorama geopolítico y tecnológico que reformulará el futuro inmediato. Lo que se pronosticaba como un año de estabilidad se transformó en una auténtica montaña rusa económica, con mercados globales fluctuando dramáticamente entre marzo y junio. En solo 12 semanas, los principales índices experimentaron caídas del 20% y alcanzaron máximos anuales, impulsados por decisiones políticas y movimientos en tipos de cambio.
El epicentro de esta sacudida fue el anuncio de Donald Trump del “Liberation Day” y nuevas políticas arancelarias. La respuesta del mercado fue inmediata: caídas vertiginosas en Wall Street y el Hang Seng, evocando crisis pasadas. La solución no requirió reestructuras profundas como en 2008 o vacunas como durante el COVID, sino un simple ajuste político. Trump suavizó su postura, y los bancos centrales intervinieron, permitiendo una rápida recuperación que tomó a muchos por sorpresa.
Mientras Europa experimentaba su propia transformación estratégica tras un cambio político en Alemania, el enfoque en defensa y un plan fiscal más flexible catapultaron los mercados europeos. A pesar de las tensiones entre Israel e Irán, el impacto en los mercados fue mínimo, gracias a un consenso monetario entre la Reserva Federal y Europa.
El dólar estadounidense también sufrió su propia montaña rusa, perdiendo un 13% frente al euro, afectando las carteras globales en términos de rentabilidad real. En contraste, Europa prosperó con avances significativos en sus índices bursátiles, impulsados por sectores industriales y turísticos.
En el ámbito de materias primas, el petróleo experimentó volatilidad, cerrando junio en baja, mientras que el oro se revalorizó en un 25%, reafirmándose como un refugio seguro entre la incertidumbre global.
Los expertos recomiendan mantener la calma ante la volatilidad, visualizando correcciones como oportunidades más que amenazas. La clave residirá en la política de los bancos centrales, potenciales bajadas de tipos en otoño, y el desarrollo del panorama político en EE. UU. El comportamiento de la inteligencia artificial, los beneficios corporativos y el rol de China seguirán siendo puntos críticos.
El verano se vislumbra como un periodo de relativa calma, pero las lecciones aprendidas subrayan la importancia de carteras diversificadas y estrategias a largo plazo para resistir las oscilaciones del mercado.