Marruecos atraviesa una serie de protestas masivas lideradas por la juventud, sin temor y con un enfoque irónico, reclamando mejores servicios públicos y el fin de la corrupción. El movimiento, sin líderes visibles y con fuerte presencia en plataformas digitales como Discord y TikTok, desafía al gobierno en un contexto marcado por inversiones multimillonarias en eventos deportivos, que contrastan con las deficiencias en sanidad y educación. La represión ha resultado en cientos de detenciones y muertes, mientras Amnistía Internacional denuncia el uso excesivo de la fuerza. La indignación popular se intensificó tras la muerte de embarazadas en un hospital público, desencadenando un descontento generalizado que plantea un reto significativo al régimen, en medio de un clima de desconfianza hacia los partidos políticos.
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