En los últimos ocho años, la influencia de Rusia en procesos electorales occidentales ha evidenciado un patrón perturbador de desinformación y discordia política, iniciado con la elección de Donald Trump en 2016. Esta intervención foránea no ha sido exclusiva de Estados Unidos, ya que Europa también ha sido blanco de estas tácticas, como ocurrió en la campaña presidencial francesa de 2017, donde hackers rusos intentaron perjudicar la candidatura de Emmanuel Macron. Las plataformas digitales aún no han logrado mitigar esta problemática, ya que las narrativas políticas digitales florecen en espacios no regulados, impulsadas por influencers y cuentas no oficiales. Sin embargo, el Tribunal Constitucional de Rumania ha actuado contra estos desequilibrios durante su reciente campaña presidencial, subrayando la necesidad de un terreno político justo y señalando un camino legal viable para enfrentar esta creciente amenaza a la democracia global.
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