El líder ruso no tenía intención de asistir a una cumbre en Estambul para negociar, sino con el objetivo de buscar una repartición del poder global. Esta interpretación de su política exterior se refleja en su decisión de no viajar a Turquía, lo que indica un enfoque más orientado al dominio y control geopolítico que a la diplomacia o el diálogo internacional.
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