A seis meses de las devastadoras inundaciones en Valencia, las cicatrices aún son visibles tanto física como emocionalmente. María José Almazán, atrapada durante la tormenta en una perfumería, aún no puede retomar su vida. A pesar de su apariencia serena, está marcada por el trauma de aquella noche. Amparo Gisbert y su madre sobrevivieron a duras penas en Paiporta, pero las secuelas físicas y psicológicas persisten, especialmente tras el fallecimiento de su madre dos meses después. En Catarroja, Elena Montañana, quien perdió su negocio de trajes tradicionales, aún lucha por recibir la compensación necesaria para reconstruir. La región sigue enfrentando grandes desafíos en su camino hacia la recuperación, reflejando un trauma colectivo que no se ha superado.
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