En Washington D. C., durante la cumbre «Winning the AI Race», el presidente Donald Trump lanzó una advertencia sorprendente sobre el impacto energético de la inteligencia artificial. En su intervención, Trump destacó la magnitud del consumo eléctrico que demandarán los avances en IA, dejando en claro que la ambición tecnológica enfrenta una barrera energética colosal.
El asombro de Trump quedó evidente cuando se dirigió al CEO de NVIDIA, Jensen Huang, comentando: «Vais a necesitar más electricidad de la que cualquier ser humano ha necesitado jamás». Aunque sus palabras arrancaron risas, la realidad es que la expansión de centros de datos para IA podría duplicar la demanda energética de EE. UU. en la próxima década.
Jensen Huang respondió categóricamente, subrayando la interdependencia entre tecnología e infraestructura energética. «Si EE. UU. quiere producir, necesita energía», afirmó, insinuando que el futuro de la inteligencia artificial está vinculado a una capacidad eléctrica ampliada.
En este contexto, empresas líderes como Meta, Microsoft y Amazon ya están construyendo centros de IA que requieren gigantescas cantidades de energía. La comisión energética del país reportó que el 60% de la electricidad producida en 2023 provino de combustibles fósiles, y Trump propone duplicar la producción para que cada empresa tecnológica gestione su propia planta energética.
El plan de Trump incluye una orden ejecutiva para la construcción acelerada de reactores nucleares, a pesar de que la puesta en marcha de estos puede tardar más de cinco años. Mientras tanto, la energía solar ha comenzado a ganar terreno, superando al carbón por primera vez en 2024, aunque los desafíos de transmisión y almacenamiento siguen siendo un obstáculo.
A medida que la IA continúa desarrollándose, los expertos destacan que el costo energético será un factor clave en la planificación estratégica de las empresas. Decisiones sobre la ubicación de centros de datos y la eficiencia del hardware jugarán un papel crucial en un entorno donde la energía se perfila como el nuevo oro.
En conclusión, el futuro de la inteligencia artificial en EE. UU. está inextricablemente ligado a la evolución de su infraestructura energética. Las promesas políticas deberán materializarse rápidamente en nuevos gigavatios si se espera cumplir con la creciente demanda del sector tecnológico antes de que los parques de IA alcancen sus límites. El desafío, tan monumental como ambicioso, ya ha comenzado.