En la era digital, donde las entradas para los conciertos más esperados se agotan en cuestión de segundos, el control de acceso se ha vuelto una cuestión crítica. Raphael Michel, creador de la plataforma de venta de entradas de código abierto pretix, ha puesto en tela de juicio la eficacia de los CAPTCHAs como barreras contra los sofisticados bots, que ahora superan dichas defensas con facilidad.
Originalmente concebidos para diferenciar entre humanos y programas automatizados, los CAPTCHAs, a través de pruebas con texto, imágenes y audio, han sido superados por los avances de la inteligencia artificial. Los sistemas de IA modernos resuelven estas pruebas con mayor rapidez y precisión que los propios humanos, evidenciando así la obsolescencia de estas herramientas. Además, el endurecimiento de las pruebas afecta la accesibilidad y legalmente, la inclusión de personas con discapacidades visuales o auditivas es ahora obligatoria en Europa.
En lugar de CAPTCHAs, las plataformas están recurriendo a la vigilancia del comportamiento del usuario. Servicios como reCAPTCHA v3 observan las acciones del usuario en línea, evaluando si se trata de una persona real. No obstante, esta monitorización plantea serias preocupaciones de privacidad, ya que mina vastas cantidades de datos personales, y cualquier error puede excluir a usuarios genuinos sin opción de apelación.
Con los bots actuando como navegantes humanos y utilizando navegadores reales, la diferenciación se torna aún más desafiante. Michel propone alternativas como vincular entradas a identidades verificadas o utilizar recursos difíciles de falsificar, como tarjetas de crédito y números de teléfono. Sin embargo, cada opción tiene sus inconvenientes.
Raphael Michel presenta el teorema BAP, una analogía que refleja la imposibilidad de tener simultáneamente un sistema que sea seguro, accesible y respetuoso con la privacidad. Las organizaciones deben elegir entre ser resistentes a los bots, accesibles para todos o proteger la privacidad de sus usuarios.
Finalmente, Michel sugiere que los problemas sociales requieren soluciones que trascienden la tecnología, apuntando a la legislación contra la reventa como un posible camino, aunque reconoce que es un proceso lento y desigual entre países. Con un enfoque en los valores y la tecnología en constante evolución, los responsables deben enfrentar decisiones complejas donde, en la lucha contra los bots, la privacidad y la accesibilidad podrían verse comprometidas.
