La carrera por el desarrollo de la inteligencia artificial (IA) ha desatado una ola de expectativas y preocupaciones a nivel global. Mientras gigantes tecnológicos como OpenAI, Google y Anthropic continúan avanzando en sus investigaciones, surge una advertencia preocupante de Roman Yampolskiy, destacado investigador y profesor de la Universidad de Louisville. En una entrevista reciente, Yampolskiy afirmó que la IA podría eliminar hasta el 99% de los empleos antes de 2030, perfilando un futuro laboral incierto.
En contraste, personalidades como Bill Gates mantienen un enfoque más optimista. Gates ha identificado áreas que considera “a prueba de IA”, como la programación avanzada, la energía y la biología, sugiriendo que estas seguirán requiriendo intervención humana por varias décadas. Sin embargo, Yampolskiy rebate estas ideas al señalar que la IA ya supera a los humanos en tareas como el diseño de prompts y cuestiona la supervivencia de cualquier empleo.
La discusión sobre qué trabajos perdurarán expone divisiones notables. Según Yampolskiy, en un lapso de cinco años, empleos basados en ordenador y trabajos físicos podrían estar completamente automatizados, dejando a programadores, técnicos de energía o biólogos igualmente vulnerables. Gates, por otro lado, prevé una transformación gradual donde algunos nichos laborales persistirán.
La tradicional solución de recualificación ante la automatización es desafiada por Yampolskiy, quien advierte que prácticamente todos los empleos estarán en riesgo de automatización, eliminando esa vía como opción viable para el futuro laboral.
Más allá del ámbito laboral, las implicaciones de la superinteligencia artificial preocupan por su potencial destructivo, comparándose incluso con las armas nucleares. Yampolskiy sugiere que la IA podría desencadenar situaciones catastróficas, como la liberación de virus diseñados o la manipulación de infraestructuras críticas, vislumbrando un colapso global posible hacia 2027.
Sin embargo, Yampolskiy también aboga por la posibilidad de actuar antes de que sea demasiado tarde, destacando la importancia de generar conciencia entre desarrolladores y financiadores de estas tecnologías. La clave, según él, reside en establecer mecanismos de control que equilibren la seguridad y la ética frente al beneficio inmediato.
Este debate refleja la incertidumbre sobre el futuro del trabajo y el papel de la IA. Mientras algunos la ven como una fuente de productividad y nuevas oportunidades, otros temen un drástico impacto en la estructura social y económica. A medida que avance la década, será esencial la capacidad de gobiernos, organizaciones y ciudadanos para adaptarse a estos rápidos cambios.